Ver por la Ventana
Tendemos a reprocharnos por ver por la ventana sin hacer nada. Deberíamos estar trabajando, o estudiando, o tachando cosas de nuestro listado de tareas. Ver por la ventana es el sinónimo perfecto de tiempo desperdiciado porque pareciera que no produce nada y no sirve ningún objetivo. Lo igualamos a estar aburrido o distraído. No presumimos diciendo: “Tuve un gran día; lo mejor fue cuando estuve viendo por la ventana!” Pero tal vez, en la sociedad perfecta, ese es el tipo de comentario que se entendería y valoraría.
El punto de ver por la ventana NO es, paradójicamente, ver lo que está afuera. Más bien, es un ejercicio para descubrir lo que está pasando adentro de nuestra mente. Es fácil imaginar que sabemos lo que pensamos, lo que sentimos y lo que está circulando por nuestra mente. Pero rara vez lo sabemos totalmente. Si lo hacemos bien, ver por la ventana ofrece una manera de escuchar las calladas voces de lo que están deambulando en nuestro interior.
Platón dijo que las ideas son como pájaros aleteando en el aviario de nuestra mente. Para que esos pájaros se asienten, se necesitan momentos de calma.
Nuestra sociedad obsesionada con la productividad, no reconoce el potencial de soñar despierto. Pero algunos de los mejores entendimientos llegan cuando paramos de ser eficientes, y acogemos el potencial creativo que nace de ver por la ventana.